Una agrupación denominada Club de Cine Arte, creada en la misma Biblioteca, era la responsable de organizar estas presentaciones; sus integrantes con mucho más entusiasmo que medios se encargaban de llevar a cabo las actividades, cada 15 días.
Las cintas eran facilitadas por el Video Club Puerto Montt, ubicado en Galería Benavente – local 28 y se veían en un televisor (ni data ni pantalla gigante), que el abogado Claudio Ferreira transportaba desde su casa, en su propio vehículo. No existía entonces Fondo alguno al cual postular, y que financiara gastos de traslado, arriendo de equipos, quizá un sencillo u opíparo cóctel para la concurrencia. El escasísimo dinero que se reunía para solventar los gastos que demandaba cada sesión provenía de los propios organizadores.
Al término de cada exhibición, los asistentes participaban en un diálogo que moderaba alguno de los integrantes de la entidad cultural y que se acompañaba de un agradable café. Cada sesión se convertía así en un buen pretexto para reunirse, y para conversar, en tiempos que aquello tan sencillo y tan humano era motivo de suspicacia para algunos.